Érase una vez, cuando aún me dedicaba a publicidad, surgió un viaje a China con unos amigos. (Sí, exactamente, una de esas oportunidades en las que no se puede decir que no).
Una vez allí y transcurrido casi un mes, estábamos cansados de lavar a mano la ropa. Necesitábamos una lavandería. Fuimos a la consejería del hostal a preguntar. Mi amigo comenzó a explicarle en inglés a la chica de la recepción lo que necesitábamos. Ante la cara de “no entiendo” de la recepcionista me aventuré a coger un boli que tenía en el mostrador y en un papel cualquiera que por ahí andaba, le dibujé la demo que se adjunta (recuérdese que aún trabajaba para Ariel en esa época entre otros, jijij). Cuando recién había dibujado la camiseta sucia y empezaba con la lavadora, ya había alrededor nuestra unas 100 personas (hay que tener en cuenta que allí éramos nosotros los exóticos).
Cuando por fin, terminé de dibujar la demo, la chica de la conserjería me quitó el boli amablemente, tachó la lavadora y me hizo el gesto de frotar con sus manos, indicándonos, claro está, que sí podía solucionar nuestro problema pero lavando nuestra ropa a mano.
En ese momento, me di cuenta que en el dibujo estaba la utilidad que perseguía y que con mucho trabajo y una miaja de suerte terminaría dedicándome a eso:)